Trastorno de Ansiedad

Ansiedad normal

La ansiedad es una emoción que normalmente surge ante situaciones que podemos sentir como amenazantes o peligrosas.  En esos momentos, en el cerebro hay una descarga de adrenalina más o menos fuerte según sea la situación a la que nos estamos enfrentando.  Es esa descarga la que nos permite enfrentar, responder y adaptarnos a dicha situación, a través de la movilización de nuestros recursos internos y externos que aparecen en forma de reacciones físicas, pensamientos, ideas,  decisiones, preocupaciones, miedo, angustia y conductas. 

Estas situaciones se presentan día a día, por ejemplo tener una reunión importante, tener encuentros con personas que no nos agradan, estar en el tráfico, tener un examen, conocer a una persona, tener una cita con alguien que nos gusta, tomar una decisión importante, perder algo, entre otras.  En esos momentos, la ansiedad es algo saludable que nos ayudará a sacar lo mejor de nosotros para que afrontemos la situación.

Hay situaciones límite más fuertes que también le pueden suceder a cualquiera, en ellas se requerirá mayor movilización de nuestros recursos, con más energía y por más tiempo.  Ejemplo de situaciones límite son accidentes, separaciones, desastres, actos violentos o ser testigo de cualquiera de estos. Debido a que también necesitamos afrontar y adaptarnos a estas situaciones, las reacciones que tendremos son, naturalmente, sanas y adaptativas.

Tanto en las situaciones cotidianas como en las situaciones límite, generalmente, nos ponemos a “luchar” para que eso que sentimos desaparezca, lo cual en vez de beneficiarnos nos complica el momento, porque es como estar dándole más adrenalina al cerebro para que estas reacciones continúen y entonces, se pueden volver más intensas. 

Sabiendo que estas reacciones son normales, es importante reconocer que es normal sentirnos así y proceder a buscar maneras saludables para sentirnos mejor, buscar formas para abordar lo mejor posible la situación y, en consecuencia, todas esas reacciones irán disminuyendo hasta desaparecer por completo en un tiempo prudente. 

Todas las personas estamos hechas para soportar momentos difíciles y para desarrollar formas adecuadas para afrontarlos.  Puedes leer más de esto en el documento  de nuestro blog “Herramientas para afrontar la ansiedad”.

 Ansiedad patológica

Sin embargo, siempre existe el riesgo a que estas reacciones se sigan repitiendo, incluso cuando la situación amenazante ya no está presente y también existe el riesgo de que  esas reacciones aparezcan “sin razón aparente”.  La persona se siente en peligro y el organismo lo interpreta como tal, por lo que el cerebro crea una respuesta automática y repetitiva, descargando adrenalina, para “defenderse de la amenaza”.  Al ser repetitiva, automática, muy intensa, muy duradera, sin razón aparente o muy despropocionada, se vuelve algo muy difícil de controlar e interfiere con la vida cotidiana, entonces hablamos de síntomas de ansiedad, ya no de reacciones normales.

 Dichos síntomas pueden relacionarse a miedos intensos, preocupaciones exageradas, sensación de miedo o peligro en situaciones diarias.  Se acompañan de algunos síntomas físicos como nerviosismo, agitación, taquicardia, opresión en el pecho, dificultad para tragar, sudoración, temblor de algunas partes del cuerpo, molestias gastrointestinales, tensión muscular, respiración rápida o falta de aire, debilidad o fatiga, problemas de concentración, problemas de sueño, entre otros.

Trastornos de ansiedad

La ansiedad patológica entonces se convierte en trastornos de ansiedad.  Estos trastornos son conjuntos de signos y síntomas que tienen ciertas características particulares, que han existido por un tiempo determinado y que afectan la funcionalidad de la persona.  Algunos de estos trastornos en personas adultas son los siguientes:

El trastorno de ansiedad generalizada, cuya característica principal es ansiedad y preocupaciones exageradas y persistentes, pensamientos y preocupaciones relacionadas a que “algo malo” pueda pasar en cualquier momento, a la misma persona o a alguien más.  Se relaciona también a asuntos de la vida diaria, a múltiples síntomas físicos, como los mencionados anteriormente y es muy difícil de controlar.  Muchas personas lo refieren como “estoy nervioso todo el día y no se por qué, me da miedo que algo suceda y no lo puedo controlar”.

El trastorno de pánico se caracteriza por episodios de malestar o miedo intenso, que generalmente es súbito y va en aumento hasta alcanzar un nivel de máxima intensidad en pocos minutos.  Puede asociarse a miedo a morir, a tener un ataque del corazón, a “volverse loco” o perder el control.  Estos episodios, acompañados también de los síntomas físicos ya mencionados, se denominan ataques de pánico. La mayor parte de veces la persona se queda con miedo intenso a que se repita el ataque.

La fobia social o trastorno de ansiedad social se relaciona a presentar niveles altos de ansiedad, miedo, preocupación en situaciones cotidianas en las que la persona podría ser juzgada y criticada por otros.  La persona suele tener pensamientos como “no voy a saber que decir”, “me voy a sonrojar”, “ me va a temblar la voz”, “se van a dar cuenta que tengo miedo”, “me voy a ver mal” y sienten vergüenza e inseguridad por lo que tratan de evitar las situaciones.  Puede presentarse al tener que hablar en público, rendir cuentas a otros, en situaciones diarias del trabajo, estudio y en otros contextos.

Las fobias específicas son frecuentes, se caracterizan por incremento de ansiedad únicamente cuando la persona se ve frente a una situación u objeto específico que le “da miedo” y le causa los síntomas (alturas, aves, insectos, etc.), por lo tanto trata de evadir lo que provoca el malestar. Aunque no es lo más común, es posible que el miedo sea tan intenso que la persona llegue a tener ataques de pánico.

La agorafobia es el miedo a estar en lugares y situaciones que pueden causar mucho miedo y de las cuales no puede salir, escapar o no va a poder encontrar la ayuda que necesite para sentirse “a salvo”.

Existen otros trastornos de ansiedad debidos a consumo de alcohol, sustancias, enfermedades médicas, así como algunos específicos de la niñez como mutismo selectivo y ansiedad por separación.

Si esto está provocando mucho malestar, si es difícil de controlar, si está interfiriendo con el trabajo, con las relaciones, si ha aumentado el consumo de alcohol, drogas, otros medicamentos, si está desesperanzado, deprimido o con pensamientos de suicidio es muy importante consultar al psiquiatra.  Existen tratamientos terapéuticos y farmacológicos que están basados en evidencia, que son efectivos y son los que el psiquiatra debería recomendar.  Si el tratamiento es el adecuado para el diagnóstico y se hace a tiempo, se pueden mejorar en gran proporción y se pueden prevenir muchas consecuencias, incluida la discapacidad.

Conoce algunas herramientas para afrontar la ansiedad en este enlace.

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